EL SABOR TRADICIONAL

En Euskadi todo se celebra en torno a la comida. Con esa idea siempre presente y una maleta cargada de ilusión llegamos a Madrid en 1998 con un deseo por encima de cualquier otro, el de hacer feliz a todo el que llamara a la puerta de aquel primer establecimiento de la calle Lagasca, transmitiendo sencillez y alegría en un ambiente familiar, donde todo el mundo es bien recibido y cuyo único requisito para sentarse a la mesa es tener ganas de comer y beber como Dios manda, de disfrutar de la vida. Una propuesta para aquellos a quienes se les ilumina la cara a la vista de una alcachofa tierna, de una buena anchoa sobada a mano, una seta recién cazada que aún conserva el olor a tormenta o un rape que te transporta directamente al mar.

El Pimiento Verde quiso sumarse a esa corriente de restaurantes vascos que acercaron a la capital los sabores auténticos del Cantábrico para interpretar a su manera ese recetario popular que, como el del resto de España, cuenta con unas raíces sólidas sobre las que poder innovar. Siempre a partir de una materia prima superior de la que, afortunadamente, también disfrutamos en nuestro país.

Es la cocina que heredamos de nuestros mayores desde que en los hogares vascos, no ya desde tiempos inmemoriales, como presumen algunos, sino más bien desde la segunda mitad del siglo XIX, coincidiendo con la transformación de una sociedad cada vez más urbana y burguesa, comenzaron a entrar productos frescos del mar y piezas de carne con la que la mayoría solo podía soñar antes de aquella primera revolución gastronómica.

Aquella cocina de nuestras abuelas, sumada al espíritu de nuestras sociedades gastronómicas, concentra la identidad y el rumbo de El Pimiento Verde en su aventura madrileña. Una cocina de paladar fácil, que gusta a todo el mundo, con una base fundamental de verdura, legumbre y pescado más que de carne. Una cocina reconocible que resume la cultura de un territorio. Ahí, en el fondo de las ollas, en las ascuas de los sarmientos y en el hipnótico chup chup de las sartenes encontrarás la verdadera esencia de El Pimiento Verde.

Así entendemos la gastronomía, el sabor tradicional, y así entendemos la vida, como aquel primer txoko donostiarra del que se tiene constancia, que en sus estatutos se definía como “una sociedad de comer y cantar”. Sin eso, ¿qué nos queda?